Confirmado: "La meditación modula la conexión cerebro – corazón"

Un estudio científico realizado en los monasterios de Qiongke y Jiagu revela que la meditación budista tibetana transforma la interacción cerebro-corazón y aumenta el nivel de consciencia. Sus resultados llaman a un enriquecedor diálogo entre Oriente y Occidente.

Es evocador imaginar a un grupo de monjes en un monasterio de la meseta tibetana sentados, intentando mantener en sus mentes la imagen de un Buda. Lo que quizás sea menos evocador es imaginárselos con una gorro lleno de cables que miden los campos eléctricos de sus cerebros y de sus corazones. Eso es lo que han hecho un grupo de investigadores de las universidades de Pittsburgh, Minnesota y Shanghai, y sus resultados han sido publicados el pasado enero del 2020 en la prestigiosa revista de neurociencia Cerebral Cortex, editada por la universidad de Oxford. (podéis descargar el artículo científico original en inglés en este link).

 

En la tradición budista tibetana, la meditación suele llevarse a cabo a través de dos tipos de prácticas: samatha y vipassana:

 

La meditación samatha pretende calmar la mente manteniendo durante un período prolongado de tiempo la atención en un objeto, una imagen de Buda o un mantra, por ejemplo. En combinación con la atención localizada y la estabilidad que proporciona la práctica de samatha, la meditación vipassana permite mejorar la meta-conciencia, cultivar una comprensión precisa de la identidad y la naturaleza del mundo y desarrollar una sabiduría liberadora (Wallace 2006).

Los meditadores veteranos son capaces de reproducir estados mentales estables con mayor capacidad que los novicios (Lutz et al. 2007). Por ello, los investigadores seleccionaron a un grupo de 85 monjes con la experiencia suficiente para generar dichos estados mentales, y estudiar cómo la meditación budista tibetana modula los mecanismos neuronales y cambia la relación entre el cerebro y el cuerpo.

 

Los resultados que arroja este estudio se pueden dividir en dos grandes hallazgos. Por una parte muestran que cuando los monjes comienzan a meditar la interacción entre el cerebro y el corazón disminuye. La respuesta del cerebro al latido cardiaco (llamada técnicamente, HEP) disminuía unos 300 milisegundos después del latido del corazón.

¿Qué significa que disminuya la relación entre el cerebro y el corazón en meditación?

El HEP se interpreta en neurociencia como la información que tiene el cerebro sobre lo que está haciendo nuestro corazón. La respuesta del cerebro al latido cardíaco genera el marco individual necesario para la subjetividad de nuestras experiencias, la autoconsciencia y los sentimientos emocionales (Park and tallan Baudry, 2014, Park et al, 2016). Cuanto más fuerte responde nuestro cerebro a los latidos del corazón,  más pensamos en nosotros mismos (Babo-Rebelo et al, 2016).

 

Con ello podemos concluir que los monjes tibetanos en meditación están menos centrados en autorreferencias y por tanto tienen una menor influencia de su identidad. Cuando el cerebro responde fuertemente al latido cardíaco observamos la realidad desde el yo, mientras que al disminuir la HEP los monjes estaban más centrados en la imagen de Buda que estaban visualizando internamente pero no lo hacen desde el yo, sino en plena observación objetiva. Estos resultados quizás sean una evidencia de los mecanismos biológicos de la ecuanimidad tan importante en la práctica de la meditación.

El segundo hallazgo de este trabajo mostraba una reducción de la comunicación entre áreas cerebrales en la banda gamma. Cuando diferentes partes del cerebro interaccionan, lo pueden hacer utilizando varios “lenguajes neuronales” que llamamos ritmos cerebrales (alpha, gamma, etc). La banda gamma corresponde a ritmos muy rápidos de comunicación, en los que las neuronas se comunican unas 100 veces por segundo. Un exceso de comunicación en la banda gamma se interpreta como una pérdida de la conciencia, fenómeno que ocurre durante la anestesia o en las etapas del sueño.

 

La reducción en la comunicación en gamma en los monjes tibetanos indica por tanto un potencial estado de metaconciencia. Esta reducción se localizaba en las zonas frontales y límbicas del cerebro, es decir, en aquellas más involucradas en el control de la atención y las emociones. Cuando  se comienza a meditar aumenta esta conexión, reflejo de la reorganización en la regulación de las emociones,  hay más consciencia de las emociones y sus reacciones. Sin embargo, meditadores muy experimentados, como los de este estudio, muestran un menor diálogo atención-emoción. Estos resultados podrían evidenciar que la metaconsciencia supone un equilibrio de la atención y de las emociones que no requiera un esfuerzo consciente.

En general, los resultados mostrados en este estudio evidencian la fuerte relación que hay entre mente y cuerpo en la meditación, y que la práctica contemplativa es una potente vía para cambiar dicha relación. ¿Meditamos sólo con el cerebro? Parece que no.

 

Pero este estudio también abre algunos caminos interesantes para la neurociencia, ¿qué significa que la meditación disminuya la interacción entre corazón y cerebro? ¿Deben hablarse estos dos órganos o no?

 

En nuestra sociedad y según la forma que tenemos de entender la neurociencia, siempre buscamos las respuestas en el cerebro, y nos preguntamos por qué se conecta o no con el corazón. Sin embargo, a la vista de los resultados de este artículo científico y del contexto de la medicina tibetana, cabría preguntarse si lo saludable es la desconexión entre el cerebro y el corazón, desenganchar el cerebro en la meditación. ¿Se ha desconectado el cerebro del corazón o es el corazón el que se ha desenganchado del cerebro?

¿Qué es la HEP?

HEP, del inglés Heart Evoked Potential, es la respuesta neuronal evocada (producida) por los latidos cardíacos. Cada vez que el corazón late, la actividad de las neuronas cambia su dinámica. La interacción cerebro-corazón es alta cuando al latir el corazón las neuronas cambian mucho su actividad. Contrariamente, si cuando el corazón late, las neuronas no cambian su actividad, decimos que no hay una representación neuronal de la dinámica cardíaca.

 

Los cambios más interesantes a nivel cognitivo suceden unos 200-500 milisegundos después del latido cardíaco. Es decir, como medio segundo después de haber latido el corazón las neuronas cambian su actividad, y así en cada latido. Es interesante notar que la interacción cerebro-corazón no se da en el latido cardíaco sino unos cientos de milisegundos después, en la onda T cardíaca. El estudio con monjes tibetanos muestra que la HEP se reduce cuando los monjes empiezan a meditar, pero dicha reducción sucede unos 300 ms después del latido. Es decir, durante la meditación tibetana se reduce la interacción cerebro-corazón unos 300 ms después del latido cardíaco.

La reducción en el HEP encontrada en los monjes tibetanos era especialmente notoria en una zona cerebral llamada corteza cingulada anterior (ACC). Esta región está involucrada en la resolución de conflictos, como por ejemplo intentar no tener distracciones durante la practica de la meditación. Cuando empezamos a meditar esta zona tiene bastante trabajo intentando resolver el conflicto entre la intención del mantenimiento de la atención y las constantes distracciones externas (ruidos, ambiente, etc.) e internas (picores, molestias…). Los monje tibetanos en meditación no tienen prácticamente actividad en esta zona puesto que se postula que sus distracciones son mínimas (Van Veen et al, 2001). 

 

Referencias:

Artículo científico original de la modulación de la interacción cerebro – corazón en meditación tibetana.

Jiang H, He B, Guo X, Wang X, Guo M, Wang Z, Xue T, Li H, Xu T, Ye S, Suma D, Tong S, Cui D. Brain-Heart Interactions Underlying Traditional Tibetan Buddhist Meditation. Cereb Cortex. 2019

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